El sueño de Bianca
Nunca se manchan
las manos de los hombres
y siguen cayendo las cabezas
al pantano sigiloso, que merodea
verdinegro entre los charcos.
Marionetas que caen con la sonrisa
cosida a la boca, los ojos
incrustados en los bordes
y esa madera, que parece cantar
tan tristemente vieja.
Pierden sus músculos la fuerza milagrosa
de los despiertos, de los ricos.
El Tsé-tsé parasitario le pica los brazos
y el títere no halla hilos en sus manos.
Una realidad inasible,
un sueño inconciliable.
Condenados a esa siestecita invisible.
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