lunes, noviembre 13, 2006



CONCURSOS

¿Quién quiere ser millonario hoy en día
y cobrar ilusiones de hipoteca?
¿Quién se juega la suerte en la ruleta
y triunfa en la Operación Alegría?

Allá tú -la consciencia me decía-
¡mira quién baila! con doble careta.
Desafiarte bajo hielo es la meta
y hacerte la pregunta más impía:

¿Quién pone el precio justo a la esperanza?
Con la uve de valiente aquí en la mano
le paso la palabra a la arrogancia.

Saber y ganar, ahora es la venganza
de cualquier aspirante a gran hermano,
sin más nominación que la ignorancia.

martes, noviembre 07, 2006















CADA LUZ, CADA ESQUINA

Los primeros días
son los peores.
Luego se acostumbra uno
a recorrer las calles en pijama
fruto de una novatada adolescente,
a saborear las cantigas
que adoran con sus letras
a los viejos del Mayor.
Apenas se ha marchado el verano.

La cálida esperanza de este alumno
hipnotizado
merma en la avenida Complutense.
Las mañanas enguyen
el borde de los libros.
Hasta que uno aprende a reírse de las horas
y a manosear el tiempo a nuestro juicio.

Te desnudas poco a poco
sobre un eje que gira tibiamente
y besa tu cara cada mañana.
Ves una muchacha limpiarse el sudor
de la frente,
acompañada de páginas
interminables que releen
el carmín de los labios,
camino de la biblioteca.

El ardor del café en la garganta
ya me huele a lo lejos,
y siento ansias de apretar
el otoño entre los dedos.
La hoja que cae del árbol
no es una hoja,
es el presagio de un Madrid
que pide a gritos una brisa de invierno,
una lluvia que espante
a los jóvenes a sorber tazas de té
en cualquier plazoleta.

Pronto sufren los paraguas
el impacto del invierno,
las calles juegan a pintarse de blanco
y las fachadas de un gris espeso.
Ya lucen las señoras sus abrigos
de piel y pana gruesa.
Los jóvenes muestran sus bufandas,
que son arcoiris de colores dibujados en el aire.
En la costra generada por la escarcha,
somos torpes bailarines que resbalan
sin querer hasta caer al horizonte infinito.

Arrecia una nevada
que nos empuja a la boca de metro.
Al borde del andén se respira aire fresco
que ha ventilado las alcantarillas.
Y ya recorren las ratas desoladas por el frío,
huyendo de las luces navideñas.
Inclinan el hocico y por fin
encuentran un hueco donde meter
sus patitas al calor de la oscuridad.

Observo nuestras risas
reflejadas en el vagón de enfrente.
Y nos bajamos en Sol,
para pasear plácidamente por la Plaza Mayor.
Acabamos derrotados en el césped,
con las manos relamidas y oliendo a chocolate.
Y entonces,
nos vemos abrazados
por este invierno inventado
en cada luz, en cada esquina.