lunes, agosto 27, 2007

5 minutos de libertad



Abrió la puerta para recibir los primeros rayos de luz que endulzaban la mañana. Unos segundos después, y siguiendo su modesta costumbre, se sentó en el banco a lamentarse de lo de siempre. Encendió un cigarrillo y pensó que el césped ya estaba demasiado alto. Con la memoria equilibrada en el lejano horizonte, despidió el humo y sus aburridas formas entre los dientes amarillos, reparando en la inútil lejanía del mar y de sus ya olvidados aires. Una leve sonrisa, alentada quizás por las hojas de los árboles que raspaban el cielo, era siempre la remembranza débil de su calle y de su cálida compañía. La piel sudorosa ansiaba aquellas caricias, aquellas palabras que arropaban tanto y ahora hacen tanto daño en la distancia. Al sonar el timbre, le dio la última calada y lanzó la colilla al suelo, aplastando sus cinco minutos de vida entre el zapato y las baldosas.





Como cualquier otro monótono día, golpeó su frente una y otra vez contra los oxidados barrotes.

Allí

Allí, tu piel transpira a veces un olor


que acalla los poros del silencio.

Me hablas con tus manos

quemando cada borde de mi boca,

abrasando con los dedos ese abismo,
esa llamarada de labios que estalla

en la inocencia de esa cama.

Ardores que me saben a vainilla

si te pienso enredada entre las sábanas.
Aquí, tiritan grises las nubes

y el alba le ruge a los cristales,
que lloran gotas de amargura.

Amanece.
Y solo hallo este vaho,

este aquí tan solitario.

viernes, agosto 10, 2007

A un maestro

Dedicado a José Mari por su pasado cumpleaños. Porque se merece esto y más, y porque en breve le publicarán su primer libro (hecho que me llena de orgullo y alegría después de tanto esfuerzo). ¡Mucha suerte!

A un maestro


A un maestro le debes tu camino,

a un maestro le debes tu victoria

por trucar con colores su oratoria

y hacer de lo difícil lo anodino.

Por vestirse del Genio de Aladino

y expulsar con su lámpara la escoria.

Por frotar con su tiza la memoria

y hechizar las pizarras del destino.

A un maestro le debes un gran coco,

a un maestro le debes los zapatos

que construyen tu estela poco a poco

a base de sintaxis y libracos.

Un maestro no puede estar tan loco

si del cuello le cuelgan treinta tacos.

Saludos desde Edimburgo

Hola, poetas! Tengo el blog un poco abandonado pero no del todo. Ahora mismo actualizo desde Edimburgo, en el corazon de Escocia. A ver si estos montes tan verdes y estas callejuelas tan impresionantes me inspiran y cuelgo algo pronto.

Un saludo enorme para todos, espero que esten pasando un buen verano. Un abrazo.