lunes, agosto 27, 2007

5 minutos de libertad



Abrió la puerta para recibir los primeros rayos de luz que endulzaban la mañana. Unos segundos después, y siguiendo su modesta costumbre, se sentó en el banco a lamentarse de lo de siempre. Encendió un cigarrillo y pensó que el césped ya estaba demasiado alto. Con la memoria equilibrada en el lejano horizonte, despidió el humo y sus aburridas formas entre los dientes amarillos, reparando en la inútil lejanía del mar y de sus ya olvidados aires. Una leve sonrisa, alentada quizás por las hojas de los árboles que raspaban el cielo, era siempre la remembranza débil de su calle y de su cálida compañía. La piel sudorosa ansiaba aquellas caricias, aquellas palabras que arropaban tanto y ahora hacen tanto daño en la distancia. Al sonar el timbre, le dio la última calada y lanzó la colilla al suelo, aplastando sus cinco minutos de vida entre el zapato y las baldosas.





Como cualquier otro monótono día, golpeó su frente una y otra vez contra los oxidados barrotes.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tampoco había pasado hace algún tiempo por aquí, pero ya me he puesto al día.
¿Con que Edimburgo, eh?
Eliges buenos sitios en mejores momentos.
Yo recorrí el continente como campista empedernido.

Aguda la visión de la libertad concentrada en unos minutos tras las rejas.
Un abrazo.

JeJo dijo...

ENORME !!!! ese final inesperado.
Pareciera que visitaste alguna oscura celda de algún añejo castillo escocés ...
Aunque a veces no hacen falta barrotes para estar prisioneros ...

Me encantó este relato breve.
Saludos.

sergisonic dijo...

y a esa distancia, la libertad parece más cercana. pero la realidad es un canal de TV codificado a rayas, barrotes de hierro o en pantallas de LCD.

saludos sónicos!

JeJo dijo...

Lo repito che, este relato está muy muy bueno.