Navidad Humo de leña,
escarcha en el campo,
aroma de invierno…
Las luces parpadean el amor,
las bengalas prenden fuego a otro año
donde los deseos brillan eternos
y palpita un secreto de canela.
Con el árbol de mi niñez
y la guirnalda de mis manos
busco en el belén de esta ciudad
la estrella que ilumine mi camino.
La inocencia de aquel niño que fui
se enfrenta ante el adulto:
el tiempo escuece
a esta infancia de hollín y mazapán,
y llora una lágrima en almíbar.
¿La fe?
a fin de año la descorcho
para que la espumosa realidad me enfríe
en este brindis por la vida
y se esfume así la manera de creer
en los sueños de rey mago.
Paz, felicidad y amor
son utopías turroneras
que Papá Noel prefiere colar
por la chimenea del iluso.
En la carta o en el saco
ni siquiera cabe el tiempo,
ni el tictac de unos ojos
muertos por querer vivir.
Otro año, el campanario hace balance
con los cuartos del propósito y la reflexión.
Doce uvas,
doce segundos,
doce veces la certeza
de que existo.
Dos mil siete sueños incompletos
en el reloj de mi juventud.