Allí, tu piel transpira a veces un olor
que acalla los poros del silencio.
Me hablas con tus manos
quemando cada borde de mi boca,
abrasando con los dedos ese abismo,
esa llamarada de labios que estalla
en la inocencia de esa cama.
Ardores que me saben a vainilla
si te pienso enredada entre las sábanas.
Aquí, tiritan grises las nubes
y el alba le ruge a los cristales,
que lloran gotas de amargura.
Amanece.
Amanece.
Y solo hallo este vaho,
este aquí tan solitario.
este aquí tan solitario.
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