lunes, abril 07, 2008

El último

Lucían unas enormes manecillas de color verde chillón que marcaban las doce en la sala de espera. Dentro, una única dentista debía encargarse de despachar dieciocho dentaduras en una sola mañana. El aire primaveral se entrecruzaba con el microclima congestionado de la sala, formando una complicada masa de alcoholes y productos de limpieza bucal aderezados con sudor humano y un calor infernal.

Iván tosía en el sofá, temblando por dentro, a la vez que respiraba con una dificultad enfermiza. Algunos de los aspirantes hurgaban sus empastes con la lengua y observaban los pajarillos de la jaula, otros masticaban chicle o repasaban el revistero en busca de alguna novedad. Al apearse del sillón, propició una patada a una revista que salió de debajo de la mesa. Avergonzado, quizá, llegó hasta la terracita del final del pasillo. Corrió las cortinas y le pareció que el verano se le derramaba sobre los hombros. Sacó un cigarrillo del bolsillo de la camisa y le prendió fuego. Aspiró concienzudamente hasta que el propio cuerpo le pidió que parara.

Un joven de ojos azulados, corbata seria y zapatos lustrados pidió fuego. Era su primera entrevista de trabajo como asistente clínico, según le confió. Y debía causar una buena impresión.

-Pues oler a tabaco no debe de ser la mejor manera, sugirió Iván amablemente.
-Me he propuesto tantas veces dejarlo que he acabado por aceptar mi ingenuidad. Estas cosas nunca llevan a buen puerto.
-Mira, este cigarro es el último de la cajetilla, y esta cajetilla es la última de mi vida. Es horrible tener los dientes recubiertos de una capa amarillenta. Y luego está el aliento...
-Bueno, de ser así me sentiré apoyado. Así que no te negaré un último intento.
-La voluntad...- decía mientras intentaba leer un nombre en alguna parte de su indumentaria.
-Jorge.
-La voluntad, Jorge, es lo que nos diferencia de los animalitos esos que pían en la jaula de la sala.
-Aquí tienes mi tarjeta. Llámame en unos días y veremos quién gana. Nivel de dependencia, análisis de cada día, si recaemos o no... ya sabes.


Unos días más tarde, el reloj verde fosforito marcaba la hora del descanso, así que Jorge dobló su bata, dejó sus pertenencias en la consulta y salió al balcón. Tenía el cigarrilo entre sus labios, cuando le sonó el móvil y la voz mortecina de una señora débil, con el tono de voz que pondría una madre al perder a su único hijo, irrumpió en el pasillo, provocando que su cajetilla cayera a través de los barrotes.

Y en el estado más doloroso, ante la situación más horrible, la tragedia lo llenó de cinismo: Iván Martínez había aprobado con una fiabilidad del 100%. El último.

4 comentarios:

Rocío dijo...

Ufffffff, ¡qué bueno! y ¡qué requetebien escrito!

Besos.

El opositor dijo...

Bravo. BRAVÍSIMO.

PD: Gracias por la felicitación y por lo de mono... la verdad es que no he cambiado mucho con respecto a la foto. Ponle barbas y el pelo algo más largo y ya me tienes.

Un abrazo

ybris dijo...

Efectivamente. El último.
También su última oportunidad como asistente clínico.
Dos pájaros de un tiro.

Muy bueno. Abrazos.

casi yo dijo...

Así es la vida: una puta humorista.

Felicidades, amigo. Eres un descubrimiento.