martes, abril 15, 2008

Armario

Abrí el primer cajón
y hallé ropa tendida por los prados,
jazmines azules de un olor penetrante,
billetes de tren en primera clase
y unas manos de un ébano esotérico.

En el segundo cajón
sonó una gramola avejentada.
Los vinilos contenían sabores arrugados,
fotografías débiles sacadas de la infancia,
meriendas con el sol tostándonos la piel.

El tercero contenía un vacío desolador.

miércoles, abril 09, 2008

NOCTURNO


Y aún y aún,
mi rostro contra el rostro
picado por la lluvia,
espero,
salpicado por el ruido de la resaca ciudadana.

Vladímir V. Maiakovski




La lluvia me persigue con sus brazos mojados
y las calles abren sus venas dolorosas
derramando la soledad en cada palmo de barro.
Se hielan las tres de la mañana en el crepúsculo,
una plaza, un vagabundo, la poesía
muerta de frío, desnuda en aquel callejón.
Un par de manos acariciadas por el viento
agonizan en el último calor de la nostalgia.
Las paredes infinitas de la noche
acogen las espaldas bucólicas del poeta.
Las botellas y sus rastros de sed envenenada,
la luna penitente en la penumbra, sigilosa.
Aparece un puñal rápido en la herida,
melancolías borrachas cruzan semáforos
y tropiezan con los baches de la carne.
Cuánta sangre encharcada en el costado,
cuánta arena tragada por el pecho.
El náufrago ahogado en la tormenta,
los barriles que bailan con los coches
y en alta mar se divisa una farola peligrosa.
Cómo sobrevivir a la tormenta, cómo salir
de este laberinto de edificios solitarios.
Cómo evitar los escapismos de su sombra,
los gestos ávidos que planeó la madrugada.
Las alcantarillas recorren las miradas
las bocas grises, los besos deshauciados,
los perros ladran y muerden los silencios
los cristales rotos recomponen corazones,
pero cómo, cómo asirse al precipicio húmedo
al borde aguado de las escaleras de emergencia
al páramo enrejado en las hiedras trepadoras
si han muerto cien noches en las aceras oxidadas,
si sus clavos hirientes se le asestan a la vida
y se me sigue hundiendo la eterna placa de hielo
que marca las tres en el crepúsculo.

lunes, abril 07, 2008

El último

Lucían unas enormes manecillas de color verde chillón que marcaban las doce en la sala de espera. Dentro, una única dentista debía encargarse de despachar dieciocho dentaduras en una sola mañana. El aire primaveral se entrecruzaba con el microclima congestionado de la sala, formando una complicada masa de alcoholes y productos de limpieza bucal aderezados con sudor humano y un calor infernal.

Iván tosía en el sofá, temblando por dentro, a la vez que respiraba con una dificultad enfermiza. Algunos de los aspirantes hurgaban sus empastes con la lengua y observaban los pajarillos de la jaula, otros masticaban chicle o repasaban el revistero en busca de alguna novedad. Al apearse del sillón, propició una patada a una revista que salió de debajo de la mesa. Avergonzado, quizá, llegó hasta la terracita del final del pasillo. Corrió las cortinas y le pareció que el verano se le derramaba sobre los hombros. Sacó un cigarrillo del bolsillo de la camisa y le prendió fuego. Aspiró concienzudamente hasta que el propio cuerpo le pidió que parara.

Un joven de ojos azulados, corbata seria y zapatos lustrados pidió fuego. Era su primera entrevista de trabajo como asistente clínico, según le confió. Y debía causar una buena impresión.

-Pues oler a tabaco no debe de ser la mejor manera, sugirió Iván amablemente.
-Me he propuesto tantas veces dejarlo que he acabado por aceptar mi ingenuidad. Estas cosas nunca llevan a buen puerto.
-Mira, este cigarro es el último de la cajetilla, y esta cajetilla es la última de mi vida. Es horrible tener los dientes recubiertos de una capa amarillenta. Y luego está el aliento...
-Bueno, de ser así me sentiré apoyado. Así que no te negaré un último intento.
-La voluntad...- decía mientras intentaba leer un nombre en alguna parte de su indumentaria.
-Jorge.
-La voluntad, Jorge, es lo que nos diferencia de los animalitos esos que pían en la jaula de la sala.
-Aquí tienes mi tarjeta. Llámame en unos días y veremos quién gana. Nivel de dependencia, análisis de cada día, si recaemos o no... ya sabes.


Unos días más tarde, el reloj verde fosforito marcaba la hora del descanso, así que Jorge dobló su bata, dejó sus pertenencias en la consulta y salió al balcón. Tenía el cigarrilo entre sus labios, cuando le sonó el móvil y la voz mortecina de una señora débil, con el tono de voz que pondría una madre al perder a su único hijo, irrumpió en el pasillo, provocando que su cajetilla cayera a través de los barrotes.

Y en el estado más doloroso, ante la situación más horrible, la tragedia lo llenó de cinismo: Iván Martínez había aprobado con una fiabilidad del 100%. El último.

martes, abril 01, 2008

Si la muerte




Desgarrador poema de Miguel Huezo Mixco
en voz de Diamanda Galás.

Si la muerte viene y pregunta por mi

haga el favorde decirle que vuelva mañana

que todavia no he cancelado mis deudas

ni he terminado un poema

ni me he despedido de nadie

ni he ordenado mi ropa para el viaje

ni he llevado a su destino el encargo ajeno

ni he echado llave en mis gavetas

ni he dicho lo que debia decir a los amigos

ni he sentido el olor de la rosa que no ha nacido

ni he desenterrado mis raices

ni he escrito una carta pendiente

que si siquiera me he lavado las manos

ni he conocido un hijo

ni he empredido caminatas en paises desconocidos

ni conozco los siete velos del mar

ni la canción del marino

Si la muerte viniera

diga por favor que estoy entendido

y que me haga una espera

que no he dado a mi novia ni un beso de despedida

que no he repartido mi mano con las de mi familia

ni he desempolvado los libros

ni he silbado la canción preferida

ni me he reconciliado con los enemigos

digale que no he probado el suicidio

ni he visto libre a mi gente

digale si viene que vuelva mañana

que no es que le tema pero ni siquiera

he empezado a andar el camino